Elecciones del Domingo

Claro, muy bien que estas elecciones sean las más participativas de la historia colombiana. Que tanta gente que se movió durante las campañas, se arroje a las urnas. Indistinto a si le patrocinaron con 50 lucas el voto, si va por quien esté más alto en las encuestas, si le prometieron un subsidio, si lo hace por el candidato con mejor propaganda o por el único al que escuchó y le pareció bueno. Por supuesto, sin olvidar a quienes decidieron su voto después de conocer varias propuestas y evaluarlas con la realidad del país. Así, con participación masiva, cada persona tendrá su porción de responsabilidad en la conciencia, pues para algunos no votar resulta como lavarse las manos, y se olvida que en la democracia el mayor pecado se comete por omisión.

Se viene el 30 de Mayo, así que pasemos a los candidatos. Dos de ellos, por brevedad. La verdad no me gustan las frases de campaña de Mockus. Me parecen ingenuas y todas caen en lugares comunes. “La unión hace la fuerza”, suena a barra bobalicona de culicagados de preescolar. Además si llega a la presidencia, le costará gobernar porque no tiene fuerza de apoyo en el Congreso. Será un partido de Mockus contra el mundo, sin dominio de balón y con el árbitro en contra. Así que la probabilidad que el primer año de gobierno sea caótico y lleno de autogoles se dispara al 99.9%. Sin embargo, votaré por el tipo.

Y no por Mockus, sino por el personaje que le dio impulso a la tal Ola Verde cuando declinó su candidatura: Sergio Fajardo. Porque Fajardo le sirve de cable a tierra a las utopías intelectuales de Mockus. Es concreto, honesto y camellador. Además de un excelente administrador del erario público. Con todo esto quizá resulte el primer vicepresidente notable en el país. ¿O acaso alguien recuerda el nombre de algún pasado vice? Aparte de Francisco Santos, muy reconocido por su gran talento y disposición para asumir el papel de inútil, y que de seguro apenas se baje Uribe, como tantos otros, pocos recordarán.

Está el otro Santos, cómo no. ¿La virtud de Juan Manuel? Que conoce el país. Lo conoce tan bien que sabe cómo manipularlo y llevarlo a una guerra a ciegas con Venezuela, manejar los medios de comunicación para mostrar una gestión sobresaliente y vender los subsidios de familias en acción para mantener a la población de bajos recursos con el pico callado. (Sus hijos también conocen el país, a punta de pasear en Blackhawk de uso privativo de la fuerza aérea). Santos es, además, buen negociante: saca altísimas cuotas con la sangre y sudor que derraman otros. No quiero hablar de falsos positivos. Aunque a pesar de todo lo que se diga del man, tendrá muy buen apoyo en las elecciones. Porque de su lado están los militares, policías y sus familias, pensando que les garantizará trabajo (claro, se extenderá el conflicto); los ricos bajo excusa que podrán seguir visitando sus fincas y nunca más serán secuestrados; y los políticos tradicionales y sus caciques electorales, porque con él aseguran continuar la misma rosca, ordeñándole los impuestos al pueblo.

Todo está saturado de análisis de candidatos y opiniones electorales, así que cortemos por lo sano. La idea es que el día de elecciones la pereza y el “voy más tarde” no nos dejen recostados a un sofá, haciendo escrutinio de güevas. Ni porque el día está bonito “organicemos paseo de olla, porque pa qué perderlo en elecciones”. Y en los estratos altos: después de votar pueden ir con Pipe y Pili a jugar tenis o al spa, ¿okey?

Sugerencia: voten por un giro novedoso en la política del país y no una continuación de la misma forma de gobierno (que cada día se descubre más viciada y costosa para el país). Confío en que Fajardo le mantendrá apretado el cinturón a Mockus. Por último: desechemos la palabra esperanza, que es una palabra de resignación, de “yo te elijo y me quedo mirando cómo te va allá arriba, a ver si esto cambia”, cambiémosla por una palabra más enérgica: voluntad. Sin importar quién mande en Casa de Nariño al final, juguemos a vivos, pa no retroceder en lo ganado durante ocho años, ni pa continuar alcahueteando la rosca ni los graves daños a los derechos humanos.