Versión de un ensayo (Primera parte)
Acerca de las cartas entre Froy y Ainstain
Parceros, todos los ensayos hay que iniciarlos con seguridad, si me entiende. Pues, a ver, cómo le digo. Resulta que por allá en el siglo pasado al cucho Ainstain y al cucho Froi les pidieron un cruce los del parche intelectualoide: que se escribieran cartas. Pero no de maricaditas sino de vueltas serias, acerca de la guerra. Y de toda la labia que soltaron en esas cartas, pues salen dos pedacitos elegantes. Uno donde Ainstain decía que se necesitaba una oficina que mandara la parada, que calmara las ronchas cuando a los países les diera por formar tropel. Y otro donde el cucho Froi dice que porqué no avisparse y caer en cuenta que la guerra es una vuelta imposible pa quitársela de encima. Pero claro, el cuchito reasionó y se patrasió, que porque la guerra deja muchos difuntos, que porque lo pone a uno a comer de la verde, que porque toca quebrar a los otros, y un resto de cosas, de frente y por los la’os.
Los cuchitos mantenían encerrados. El uno tratando de hallarle el quiebre a lo de la relatividad y el otro pensando en la envidia de chichí y lo de la cinta de los sueños. Pero a pesar de todo, los cuchos eran pilos. Dígalo si no. Porque como si hubieran escuchado al viejo Ainstain, al ratico salió la oficina esa pa vigilar los aleteos entre los países, la que llaman ONU y la Corte Internacional mundial. Y pues pillando como son las vueltas, Froi hasta tenía razón con eso de aceptar que la guerra es el pan diario de la realidad.
Lo que pasa es que hay unos manes que son bien abejas y se aprovechan del negocio que es la guerra. Y pues ahí están los que ponen los fierros, los que fabrican los coétes, y los que hacen lo mismo pero siendo invisibles en el mercado. A esos que sólo se les llega teniendo los contactos. Los mismos que surtieron allí en el Cauca, Colombia, severo cañón antiaéreo punto 50, que los tombos decomisaron.
Y pues entre las abejas, está la abeja reina, los de la USA, que le montan el chisme a los de Irak y les caen con todos los hierros. Pa qué, pa embolsillárseles el petróleo, mijo. Y la ONU qué hace. Nada, come callada, porque pa qué le arma bola al patrón de patrones, si me entiende, ellos tenían derecho a encontrar un proveedor gratuito, y si les colocan sanciones, eso son puros arañazos de gatico, porque de alguna manera se sacuden. Así, los gringos mercan la gasolina pa’l carro y el cucho Bush engrosa la chequera, porque a lo Ripleys, aunque usted no lo crea, él también tiene su emporio de venta y surtido de gasolina. Cómo la ve. Claro, USA la sabe hacer, es mejor comer y ensuciar en el rancho de otro, o no. ¿Que se fueron pa’l cielo unos fulanos por unos barrilitos de crudo? Esas no son penas, mijo.
Luego el cucho Ainstain le pregunta a Froi en las cartas: ¿Ve, será que el hombre tiene una fiera adentro que lo hace arreglar sus diferencias a punta de traques y plomo? Porque esque no todas las guerras son por agites comerciales, por agalludos, por los lujitos y el billegas. Y Froi contesta: parcero, la ley del más fuerte. Antes era el que más tuviera bíceps formaos a punta de barras en los árboles, pero después llegaron los juguetes, que la Patecabra, que el 3-8, que el charango, que la Ak-47, que la minibuzi. Y dígame usted, quién tiene cabeza con tubo en mano, está agitao y alguien le revira. Solución firme, socio. Se siguen los latidos, la emoción del momento. Y si es por una causa mayor, quién no se le mide a calentar el maní, por la jermu, por el parche, por la patria, o por chuchito lindo, o Alá.
Vea. El cucho Hitler, que mister Satán lo tenga bien ensartao en su tenedor, adoraaaba a su país, a su perro, a su raza de monos ojiclaros y blancuzcos como lagartijas, y sin embargo fumigaba gente como a moscas y las echaba de abono en el jardín o pa darle fuego a la chimenea. Lo más de lindos los geranios y las astromelias, ¿y el pan? Salía en su punto judío. O vea al cucho Ssstalin, que decía que el gato era azul, y si alguien decía que era negro ¡tas!, y de una al hueco con la boca llena-e-moscas. Mero sicario. ¡Y decía que era por el bien de todos! Imagináte.
Ahora rebobinemos la película. Acordémonos de los espadachines Ten-chin-han de las guerras santas, que lavaditos de sangre se echaban la bendición y esperaban el paraíso celestial por la obra de caridad hecha. Igualitos a los españoles, Colón y cía, que con los pantalones abajo les infundían el espíritu santo a las señoras indias. No mi llave. Es que se mata por nada, pillen a los de las escuelas que practican tiro al blanco con las cabezas de sus compas. O al negrito bembón. O que porque yo soy rojo y vos sos verde te mancho la camisa de rojo para que quedés igualito a mí. ¡Golazo!
Y hablemos de la santísima Biblia. Arranca con Caín que le dio en la mula a Abel, luego el rey David le ordena a un mansito pararse frente al bonche pa que prontico quede difunto y así ratonearle a la mujer. Nos dice No matarás, y le entrega esa regla al tartamudo que quebró al egipcio, lo sepultó y volvió para comandar la matazón rumbo a la Tierra prometida. Sí, Moisés, el momis que sacó a Israel de la esclavitud para llevarla luego a la guerra y dejarla errante por la eternidad amén.
Si querés ver la correspondencia entre estos dos mancitos:
217.126.81.33:501/psico/sesion/ficheros_publico/descargaficheros.php?opcion=textos&codigo=42
Caricatura: Bob Row. Tomada de http://gloriamundi.blogsome.com
Los cuchitos mantenían encerrados. El uno tratando de hallarle el quiebre a lo de la relatividad y el otro pensando en la envidia de chichí y lo de la cinta de los sueños. Pero a pesar de todo, los cuchos eran pilos. Dígalo si no. Porque como si hubieran escuchado al viejo Ainstain, al ratico salió la oficina esa pa vigilar los aleteos entre los países, la que llaman ONU y la Corte Internacional mundial. Y pues pillando como son las vueltas, Froi hasta tenía razón con eso de aceptar que la guerra es el pan diario de la realidad.
Lo que pasa es que hay unos manes que son bien abejas y se aprovechan del negocio que es la guerra. Y pues ahí están los que ponen los fierros, los que fabrican los coétes, y los que hacen lo mismo pero siendo invisibles en el mercado. A esos que sólo se les llega teniendo los contactos. Los mismos que surtieron allí en el Cauca, Colombia, severo cañón antiaéreo punto 50, que los tombos decomisaron.
Y pues entre las abejas, está la abeja reina, los de la USA, que le montan el chisme a los de Irak y les caen con todos los hierros. Pa qué, pa embolsillárseles el petróleo, mijo. Y la ONU qué hace. Nada, come callada, porque pa qué le arma bola al patrón de patrones, si me entiende, ellos tenían derecho a encontrar un proveedor gratuito, y si les colocan sanciones, eso son puros arañazos de gatico, porque de alguna manera se sacuden. Así, los gringos mercan la gasolina pa’l carro y el cucho Bush engrosa la chequera, porque a lo Ripleys, aunque usted no lo crea, él también tiene su emporio de venta y surtido de gasolina. Cómo la ve. Claro, USA la sabe hacer, es mejor comer y ensuciar en el rancho de otro, o no. ¿Que se fueron pa’l cielo unos fulanos por unos barrilitos de crudo? Esas no son penas, mijo.
Luego el cucho Ainstain le pregunta a Froi en las cartas: ¿Ve, será que el hombre tiene una fiera adentro que lo hace arreglar sus diferencias a punta de traques y plomo? Porque esque no todas las guerras son por agites comerciales, por agalludos, por los lujitos y el billegas. Y Froi contesta: parcero, la ley del más fuerte. Antes era el que más tuviera bíceps formaos a punta de barras en los árboles, pero después llegaron los juguetes, que la Patecabra, que el 3-8, que el charango, que la Ak-47, que la minibuzi. Y dígame usted, quién tiene cabeza con tubo en mano, está agitao y alguien le revira. Solución firme, socio. Se siguen los latidos, la emoción del momento. Y si es por una causa mayor, quién no se le mide a calentar el maní, por la jermu, por el parche, por la patria, o por chuchito lindo, o Alá.
Vea. El cucho Hitler, que mister Satán lo tenga bien ensartao en su tenedor, adoraaaba a su país, a su perro, a su raza de monos ojiclaros y blancuzcos como lagartijas, y sin embargo fumigaba gente como a moscas y las echaba de abono en el jardín o pa darle fuego a la chimenea. Lo más de lindos los geranios y las astromelias, ¿y el pan? Salía en su punto judío. O vea al cucho Ssstalin, que decía que el gato era azul, y si alguien decía que era negro ¡tas!, y de una al hueco con la boca llena-e-moscas. Mero sicario. ¡Y decía que era por el bien de todos! Imagináte.
Ahora rebobinemos la película. Acordémonos de los espadachines Ten-chin-han de las guerras santas, que lavaditos de sangre se echaban la bendición y esperaban el paraíso celestial por la obra de caridad hecha. Igualitos a los españoles, Colón y cía, que con los pantalones abajo les infundían el espíritu santo a las señoras indias. No mi llave. Es que se mata por nada, pillen a los de las escuelas que practican tiro al blanco con las cabezas de sus compas. O al negrito bembón. O que porque yo soy rojo y vos sos verde te mancho la camisa de rojo para que quedés igualito a mí. ¡Golazo!
Y hablemos de la santísima Biblia. Arranca con Caín que le dio en la mula a Abel, luego el rey David le ordena a un mansito pararse frente al bonche pa que prontico quede difunto y así ratonearle a la mujer. Nos dice No matarás, y le entrega esa regla al tartamudo que quebró al egipcio, lo sepultó y volvió para comandar la matazón rumbo a la Tierra prometida. Sí, Moisés, el momis que sacó a Israel de la esclavitud para llevarla luego a la guerra y dejarla errante por la eternidad amén.
Si querés ver la correspondencia entre estos dos mancitos:
217.126.81.33:501/psico/sesion/ficheros_publico/descargaficheros.php?
Caricatura: Bob Row. Tomada de http://gloriamundi.blogsome.com
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Chio