(Pasajeros)

Hay días
que amanezco cerrado como adormidera 
que el amor me deja una nota de despedida junto a la almohada
que el espejo me dice no me gustas
que todas las tuberías altas de la casa gotean 
y abren agujeros 
sobre el piso, los cimientos, el subsuelo.

Hay días
que cada latido cruje en los maderos secos del cuerpo
que sonríes de ceniza, 
que la verticalidad es inaguantable
que la sumatoria de fuerzas da negativo
que solo puedes entenderte en versos 
en pintura, baile o canto.

Incluso alarido.

Hay días en que los ojos no ven, 
los brazos no dan, los colores no son.
Y las explosiones son suspiros:
porque todas las batallas están adentro. 

Hay días inverosímiles, 
acomplejados, lunares, 
trampolines frente a una piscina vacía,
con un splash de cemento.

Hay días malos en total, 
que no se pueden explicar del todo diciendo 
que es solo un mal día. 

Para esos días, que son pocos, 
uno al tiempo, por lo general,
(aunque a veces parezcan adherirse
en pequeños minutos oscuros 
que caminan por el día como un mil pies).

Para esos días...
tengo la espalda blanca de un papel publicitario,
el lapicero ansioso que quiere ser comprado en mi ventanilla,
un ritmo en los audífonos más fuerte que la pesadez de los párpados,
un poema brillando en los dientes de una mujer 
generosa en sus comisuras, 
un abrazo amigo que me asalta en cualquier calle,
-manos arriba, esto es un abrazo-
un concierto para piano de Chopin
o los arpegios orientales en guitarra y arpa
con su matemática exacta que se parece tanto a la música.

Y la pausa, claro, como de control remoto,
para sentir que esos días son pasajeros 
que necesitan ser atendidos, 
para que se bajen en una próxima estación. 

Le diré al día negro: 
"Señor, no olvide su sombrero de Magrite sobre la silla", 
así me conteste que eso no es un sombrero. 

Le diré al día exacto:
"Déjeme su tiquete a la salida.
Necesito saber de dónde provino
para cuando esté rodando en círculos 
sobre el mismo punto" 

"Déjeme su tarjeta, señor,
quizá necesite llamarlo luego, 
para devolverle, fija y seca, 
la pisada de barro que dejó 
sobre el tapete colorido de los otros días".

Esos días luz, nube, noche, kiwi, 
sudor, rumba, avena, fantasía,
días de lecciones aprendidas,
días éxito, días de juego, de guiños,
de conquista, victoria, sexo,
días llaves correctas, días maestros, 
senseis de serenidad, claridad y consciencia.

Hay días en que entiendo bien esto.
Hay otros en que no, ¿y qué...?
-digo sin ostentar parásitos de ego-.
Hay días en que también puedo permitirme ser parte del espejo roto
enmarcado en un óvalo que recuerda el cero.

La única pastilla que me tomo entonces,
que me obligo a tomar para soportar la ingravidez mental
el yunque en el estómago, 
la espina de pescado en la garganta,
dice Tiempo 25mg en su empaque comercial.
Contraindicaciones: no compatible con otras oportunidades.
Advertencia: no exceda en su consumo:
Ninguna lección se aprende 
creyendo que se tiene la inmortalidad 
a la vuelta de la esquina.

Andrés Rojas.

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