Todos de Moda

Moda son las costumbres que durante un tiempo están en auge, y que van desde la vestimenta, incluyendo los accesorios, tecnológicos o decorativos, hasta las expresiones al hablar. Aunque algunos lo nieguen, no hay quien logre zafarse de ella. Estamos en la era del ipad, del parce, del internet. Y cada uno de estos ítems tiene su propia tendencia: el i-phone marca la pauta de los celulares, a cada rato se nos va un parce en las conversaciones, y el Facebook y los Blogs ocupan el primer lugar en las tendencias de internet. Aun quienes crean no pertenecer a ninguna moda, a lo mejor guarda en su armario un par de jeans, esa prenda de los mineros norteamericanos que Levi Strauss convirtió en industria, que se disparó en ventas durante la segunda guerra mundial y que la estrella de Hollywood James Dean llevó a una moda que aún persiste en nuestros días y que ya nadie nota a fuerza de costumbre.


El lío con las tendencias se encuentra cuando nos apegamos fielmente a la dictadura Stalinista de la moda. Cuando no se establecen límites frente al apetito de “estar actualizado” y dejamos que la publicidad entre a minar nuestra voluntad y autoestima hasta dominarnos y convertirnos en zombies marqueros o compradores compulsivos. Entonces sacrificamos la comodidad, la cuenta bancaria y la individualidad, por estar a la “vanguardia”. Y se olvida que los mercados hacen todo para vender cuanto objeto innecesario pueda venderse, sea mediante comerciales que te declaran “out” sin su producto, o mediante figuras del entretenimiento, cantantes o futbolistas, que usan diseños chic o in. Ah, mi gente, tal es el alcance de esta mercadotecnia (¿mercado-tenia?), que si Jesús aún caminara por la Tierra con sus sandalias, seguramente más de un seguidor usaría las Nike Nazareno, “just do it”, caminemos sobre el agua.


Las modas han convivido con el hombre desde hace mucho tiempo. El idioma del imperio romano, el latín, se difundió por casi todo el continente europeo y dejó raíces en muchos idiomas, era el idioma en boga de ese tiempo, tal como lo es el inglés ahora. Luis XIII rey de Francia ocultó su calvicie con una peluca enrulada, y no tardó mucho para que la nobleza europea tendiera a raparse y seguir el ejemplo del rey, tradición que duró más de un siglo. Aún quienes se autodenominan contracultura, tienen un código que se puede interpretar como moda: según el tipo de música, religión o arte al que se dediquen, conservan su propia estética. Así podemos ver las reconocibles crestas de los punkeros, las rastas o los turbantes de conocidísimas religiones, las mechas largas y oscura vestimenta de los metaleros, o la estética cerca de la parodia femenina de los rockeros glam.


Quizá la definición más precisa de moda la encontramos en la estadística, como el valor que más se repite en un conjunto de números. Lo que deja exentos a los grupos contracultura de estar a la moda –aunque no por ello carezcan de una tendencia. Todos tenemos ciertas costumbres que nos declaran pertenecientes a un grupo, así como los guámbianos con sus atuendos típicos, las expansiones en labios y orejas de algunas tribus africanas, o los uniformes en las distintas ramas de la salud. La moda es un tema tan amplio que da para una tesis doctoral. Lo que es útil recordar es que son pasajeras, que cada quien puede implantar una, y que es una alerta de peligro cuando nos causa angustia no estar “in”. Lo que debe angustiarnos son las modas incómodas, como la intolerancia, los prejuicios, o aquella de perpetuarse en el poder que tienen ciertos y castísimos apellidos (con delfines, micos y elefantes abordo) y sobretodo aquella de censurar el Internet por pataletas económicas. De esas modas sí librémonos, parce.


Andrés Rojas.

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