Platito de leche

Pensé que toda la noche te habías escapado. Que te habías volado por la ventana rota, por donde sólo cabría tu cuerpecito. Pensé que habías escalado por la canaleta, aferrándote con las uñas, y habías trepado al techo de la casa.

Imaginé que tu oscuro perfil felino se había recortado de esa enorme luna amarilla de anoche; luna apropiada para que con el vaivén sensual de tu cola atrajeras a esos machos ansiosos que mantienen escarbando bolsas de basura.

Los pelos se me pusieron de punta cuando pensé que con dulces ronroneos les habías coqueteado a unos cuantos vagabundos para después corretear al elegido por los sonoros tejados del vecindario.

Sin embargo, esta madrugada te levantaste de tu cama, muy erguida como siempre. Tomaste bien caliente el café de la mañana. Te acercaste a mí, me acariciaste el lomo y pusiste en el suelo el platito de leche con que siempre me alimentas. Bebí sólo la mitad, para castigarme, por malpensado. Y rápidamente me volé por el roto de la ventana, cuando ibas a limpiarme con un trapo húmedo las suciedades que se me habían pegado por andar escarbando, nocturnamente, las bolsas de basura.


Comentarios

Anónimo ha dicho que…
me encantan los gatitos , pero no a todos se les da ronroneos y menos palticos de leche
Anónimo ha dicho que…
Me lo copio para el blog de gatos... previo permiso del autor que por publicarlo allí, ya metió la patita en un lodazal...

Entradas populares