No nacimos pa' semilla 2011



Entre caníbales y leones nació una generación donde la violencia es un plato más del diario vivir. Generación donde era obligado el paso de niños a sicarios, antes que de niños a hombres. Únicamente estiraron sus brazos con un 3-57 largo en la mano o uno de esos hechizos que se encasquetan a cada rato.

La picaresca, la malicia indígena y la ley del más fuerte, fueron sus pilares mentales, la filosofía respirable de la calle. Crecieron en barrios donde la humildad es frecuente, pero las oportunidades legales escasas… oportunidades de volverse rico en un parpadeo, aclaro. Porque se trata de esto al final: preferir veinte años como rey a cincuenta como buey. No es raro entonces que sus ambiciones puedan costar la propia vida o la del otro.

Porvenir traduce dinero, respeto traduce fiereza, tranquilidad significa un 3-8 entre los pantalones. Admiran los traquidos de revólver, el tas tas del martillo, su peso poderoso en la mano, su inyección de valor y frialdad en las venas (las armas equivalen a la pluma que le permitía volar a Dumbo). También les emocionan las motos, las historias de vueltas y de firmas, el vértigo de la velocidad, el aguardiente y otras drogas, las afueras de lo legal y la confianza que inspira provocar miedo.

Hablo de pelados de doce más uno, o de menos edad incluso, que son respetados por sus mayores. Y respeto es mitad miedo mitad desconfianza. Pelados con ganas de triunfar en el hampa bajando las cabezas de quienes exponen el cuello. Algunos presentados a mafiosos por sus propios padres, atormentados por salir del roto (pura avaricia) o por tratar de alejarlos del desocupe. O el vicio: vecino indeseado que engulle a muchos y los convierte en ladrones de poca monta, mendigos, o carne de limpiezas sociales.

Aunque no los represente, son la seguridad del barrio después de todo. Las pelaítas los adoran. Y cómo no, si son jóvenes de sangre hirviente, de pulso firme, que comienzan el ascenso en esa carrera de ícaro, donde brillan en bambas y escalan en poder hasta quemarse en lo alto (los que logran coronar). Pero el futuro es punto ciego, una verdad tan fuerte que se prefiere olvidar. Por eso se vive al día en el barrio. Siempre. La justicia les teme, porque la ley del menor es débil; luego salen y se cobran el encierro. No les tiembla. Así que las cortas condenas no alcanzan para la llamada resocialización.

Esa generación de pelaos de las que les hablo están en las calles, algunos en barras de fútbol, otros no tienen tiempo para pasiones ajenas y son de tiempo completo oficinistas, fleteros o atracadores. “A esos no los desprecie porque los ve chiquitos6, créales y entregue sin revirar, no se arriesgue”, me advertía un parcero del medio.

“De Medellín vinieron varias oficinas y calentaron la zona”, me decía. “En el barrio hay dos oficinas. Una se puso a extorsionar a los comerciantes del centro. Esa gente se mamó de pagar cuota, se reunieron y contrataron una oficina de Medellín para acabar la de acá. Ahora está recaliente subir. Les disparan a los de las motos solo por verlos caer. Yo tengo que abrirme mientras se baja la calentura”. Esa misma noche, durante nuestra conversación, mataron dos pelados. La gente llamaba a mi parcero para saber si estaba bien, si la lápida no se le habían puesto a él.

Así nos va en la ciudad, en sus periferias. Los sicarios son otra Megaobra de este Valle de narcos. Pero no pretendo disertar hoy sobre el sicariato y el narcotráfico. Solo advertirles que entreguen si los agarran. A los héroes los condecoran con dos pedazos de cobre en el pecho.



Comentarios

Jessica Paola ha dicho que…
¡Hay caramba!

El fin de semana me dí cuenta que un hombre, si es que el decir "hombre" enaltezca el hecho de que ya tiene 18 años pero no es capaz ni de lavar sus propios boxer, esta sumergido en un mundo conocidos por todos en esta ciudad.

Mi vecinito, un parcerito de lo más de corrido y a quien conozco desde que llegué al barrio cuando tenía 6 años, se dedica, hoy por hoy, al fleteo desde hace dos años; sin más necesidad que la que tiene de "pasar el rato" para no aburrirse en su casa.

"Parce, es que yo mantengo más aburrido aquí en mi rancho y, pues, pa´pasar el rato, con los del Diamante nos vamos y nos conseguimos lo de la rumba pal fincho..."

Los tres golpes, un carro, educación, entre otros, son cosas que NO le fantan a mi vecinito, pero lo que sí le falta, según él, es algo de emoción en su vida...

Caballerísimo,

¡muy buen escrito!
Andrés Rojas ha dicho que…
Hey Jessi! Gracias por leer y compartirme la historia del vecinito.
¡Un abrazo!

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