Esos narquitos
Pues primero parquean dos motos frente a la discoteca y se bajan los tipos malencarados, mirando rayado, como buscando entre la gente al que les mató la mamá. Después estaciona la camioneta negra, con rines de lujo y vidrios semipolarizados. Y se baja el tipo con pinta Giovanni Ayala: sombrero de cabalgata, camisa blanca con los dos últimos botones abiertos dejando ver la cadena de oro, jean ajustadísimo marcando billetera, reloj de cinco mil dólares y botas tejanas. Por la otra puerta de la camioneta se bajan ellas: un par de viejas tacadas en silicona en minivestido enterizo, estampado con dibujos orientales. Y vos te decís, mierda, llegó un traqueto, y te parpadea el ojo del culo porque los de las motos se sentaron en la mesa del lado y del susto decidís irte. Pero esperás un poco, para salir disimulado, no sea que tan temprano se enojen los gatilleros.
Esa es la terapia: el miedo. Y eso es lo que quieren que creamos: que son los Capos en mayúscula, la viva encarnación de San Pablito, el de Medellín. Porque, para qué, con todo y lo ignorantes que son, el código del glamour traqueto lo tienen bien aprendido. Y nosotros también lo tenemos marcado en la cabeza de tanta serie narco-sicaresca, por eso los reconocemos. Pero no son ellos los “duros” que mandan a cerrar locales para formar su propia rumba y tienen la autoría del ochenta por ciento de la estadística de exportación de cocaína. No. Son simples lavaperros venidos a más. Es decir, la clase baja del narcotráfico, el último eslabón de la cadena que piensa que aún vive en los años dorados de la mafia.
Y me dirijo a ellos –hola queridos amigos del mercado psicotrópico-, porque deben recordar algo importante. Todo ese ostento, las joyas, los zoológicos privados, los carros de lujo, las mansiones enchapadas en oro, los yates y demás parafernalia que ustedes veían en los antiguos patrones, por películas o recortes de periódico, eran permitidos en la época por una razón muy sencilla: los narcos eran dueños del país. Por eso andaban a sus anchas, pagando dos palos por tombo muerto y tratando inclusive de comprar la deuda externa colombiana. Ahora no es posible, grábenselo bien. Ya los patrones, los verdaderos narcos de clase media alta, aprendieron la lección: cuanto menos destacas, más duras.
Porque la tuvieron grave con tanto federal, gringo, sicario y tomba detrás de ellos. Así que como hombres inteligentes, de vista amplia, decisión rápida y gatillo seguro, comenzaron a ser precavidos. Ahora, biblias, montan empresas, se asocian con gente que ayude en el lavado de activos y aprenden nuevas rutas. No son como ustedes, trogloditas, que andan con cinco prepagos sobre las piernas, dándoles dedo y echando tiros al aire. No. Los duros actuales son de perfil bajo y asumen con seriedad la multinacional que es la droga.
Así que les dejo un consejo: acaben con esa “cultura” de lavaperro, que es pura fachada de feroces. Y no solo me dirijo a los peones del negocio, si no a los imbéciles picados a malos, que con pose de patrón de bajo mundo creen demostrar que la tienen más larga que Faustino y resulta inversamente proporcional. A más malo, menos larga. Recuerden: lo que más mata es la envidia y si usted empieza a despertarla entre los suyos, seguro no se jubila en una cárcel en el exterior: le van dando piso. No olvide su lema: más vale vivir cinco años como rey, que cincuenta como buey. Pero al menos, por favor, llegue a los cinco.
Esa es la terapia: el miedo. Y eso es lo que quieren que creamos: que son los Capos en mayúscula, la viva encarnación de San Pablito, el de Medellín. Porque, para qué, con todo y lo ignorantes que son, el código del glamour traqueto lo tienen bien aprendido. Y nosotros también lo tenemos marcado en la cabeza de tanta serie narco-sicaresca, por eso los reconocemos. Pero no son ellos los “duros” que mandan a cerrar locales para formar su propia rumba y tienen la autoría del ochenta por ciento de la estadística de exportación de cocaína. No. Son simples lavaperros venidos a más. Es decir, la clase baja del narcotráfico, el último eslabón de la cadena que piensa que aún vive en los años dorados de la mafia.
Y me dirijo a ellos –hola queridos amigos del mercado psicotrópico-, porque deben recordar algo importante. Todo ese ostento, las joyas, los zoológicos privados, los carros de lujo, las mansiones enchapadas en oro, los yates y demás parafernalia que ustedes veían en los antiguos patrones, por películas o recortes de periódico, eran permitidos en la época por una razón muy sencilla: los narcos eran dueños del país. Por eso andaban a sus anchas, pagando dos palos por tombo muerto y tratando inclusive de comprar la deuda externa colombiana. Ahora no es posible, grábenselo bien. Ya los patrones, los verdaderos narcos de clase media alta, aprendieron la lección: cuanto menos destacas, más duras.
Porque la tuvieron grave con tanto federal, gringo, sicario y tomba detrás de ellos. Así que como hombres inteligentes, de vista amplia, decisión rápida y gatillo seguro, comenzaron a ser precavidos. Ahora, biblias, montan empresas, se asocian con gente que ayude en el lavado de activos y aprenden nuevas rutas. No son como ustedes, trogloditas, que andan con cinco prepagos sobre las piernas, dándoles dedo y echando tiros al aire. No. Los duros actuales son de perfil bajo y asumen con seriedad la multinacional que es la droga.
Así que les dejo un consejo: acaben con esa “cultura” de lavaperro, que es pura fachada de feroces. Y no solo me dirijo a los peones del negocio, si no a los imbéciles picados a malos, que con pose de patrón de bajo mundo creen demostrar que la tienen más larga que Faustino y resulta inversamente proporcional. A más malo, menos larga. Recuerden: lo que más mata es la envidia y si usted empieza a despertarla entre los suyos, seguro no se jubila en una cárcel en el exterior: le van dando piso. No olvide su lema: más vale vivir cinco años como rey, que cincuenta como buey. Pero al menos, por favor, llegue a los cinco.
Comentarios
buen trabajo!!!.
un besho...