Del arte de mentir o la función de la poesía de hoy

Octavio Paz, en La otra voz, demuestra su preocupación frente al rumbo frívolo que la economía le está dando a la vida con sus métodos salvajes del mercado, e introduce la función de la poesía como medio crítico, sugerente de alternativas para girar este rumbo con final previsible. "...Para combatir las injusticias y desigualdades, para emerger de la mecánica destructiva que aproxima la fatalidad al destino de la especie humana". Lo que parece una tarea inmensa para unos cuantos versos. Y el autor reconoce que aunque la poesía no entra en demostraciones ni tiene argumentos lógicos o filosóficos, esta puede sugerir y aumentar las posibilidades de la imaginación del hombre, pues es ahí donde concentra su papel: en brindar imágenes y estimular sus ideas.


Si miramos el ambiente competitivo en boga y analizamos cómo se ha despertado el canibalismo empresarial, el monopolio y la primacía de la utilidad, vemos que la analogía de la realidad de nuestros días con el Darwinismo se ajusta plenamente. Y se condensa en nuestra época de manera sencilla: entre más inteligente sea el individuo, más apto. Sin embargo, y considerando que el significado sano de competencia se ha tergiversado al punto de concebirse como una guerra: ser el más inteligente no basta, lo que sugiere aplicar características maquiavélicas en la competencia para así conservar el status quo, de modo que el más astuto e inescrupuloso, aquel que aplaste al otro, consigue permanecer en el mapa del mercado. No obstante, este análisis no sugiere caer en la crudeza de una perspectiva extremista y desproporcionada. Porque vemos que gracias a los beneficios económicos del mercado, y en ejercicio de observación constante, la competencia ha tendido a humanizarse, garantizando una vida más tranquila a su recurso humano. Y aún sin ser suficiente, se han considerado las luchas de las personas -en especial de la clase obrera- empeñadas en conseguir beneficios por derecho, constantemente apoyadas en un ideal, que mediante la palabra se suaviza y transmite, toma fuerza y resiste. A estos, pues, va dirigida la palabra especialmente, hacia ellos se dirige la estimulación del intelecto mediante la poesía, como lo plantea Paz.


Borges, en su Arte poética, resalta la manera de cómo el lenguaje no pertenece a académicos o filólogos, ni a como el diccionario lo sugiere, porque el lenguaje ha sido desarrollado a través del tiempo por campesinos, pescadores y cazadores. En nuestro caso: obreros, oficinistas, ciudadanos de a pie que se cruzan en bares, en tertulias, en billares y reuniones. Y gracias a que la lengua ha sido desarrollada por ellos, son los que la evocan constantemente en sus pugnas y en sus manifestaciones. Y aquí podemos establecer un puente entre Borges y Octavio Paz: el reconocimiento de que los hombres del común, son quienes más necesitan de la palabra para recrear su propia historia, para orientarse y proyectarse a un futuro, para no pisar de nuevo las atrocidades del pasado. Asimismo aquí es posible plantear la brecha enorme que existe entre estos dos autores. Borges con la tristeza de mamut que lleva dentro y con el desprecio que carga por sí mismo, parece haberse refugiado en la sabiduría literaria y haberse desligado de un compromiso con temas de la modernidad y la función social que posee la literatura: contempla la belleza natural de este arte y se pierde en ella, embelesado. Considera amigos a personajes que sólo viven en páginas, y se deja arrastrar por el acto simplista que tiene la poesía: liberar una emoción profunda con la superficialidad de las palabras. Lo que traduce un equívoco en Borges: si bien la vida precisa de comunicación y expresión, ésta se encuentra más dotada de actos y consecuencias, de responsabilidades y deberes, de acción en suma. Y la literatura se enfoca en el contexto histórico y social, no se deslinda de su contemporaneidad. No sólo cronológica, como la asume Borges, sino de lo que sucede en el globo terráqueo que como tal: cada acto a nivel global de modo sutil o agudo también interviene en el destino de todos, lo cual parece no atender Borges. Es quizá por esto que Octavio Paz fue premio Nobel y él tan sólo una nominación.


Pero fuera del contexto de un premio surgido del arrepentimiento de un hombre que con su invento sintió la sangre de muchas personas en sus manos, la contribución Borgiana a la humanidad reside en su poesía. Tanto la de su obra en prosa como poética. Pues a pesar de ser trágica, metafísica y de simbología densa, las imágenes estimulan el imaginario colectivo. Borges alcanzó la belleza misma en la que permanecía abstraído, y logró con ello la difícil tarea de sobrevivir en el tiempo, a pesar del desdén que profesaba por su obra en las entrevistas: “…hay que olvidarse de Borges”. La influencia que tiene este escritor en la literatura latinoamericana es remarcable y la trascendencia que tiene a nivel mundial también lo es. Su trabajo como conocedor y traductor de la literatura inglesa, la lucidez durante sus conferencias, la memoria y el gusto pasional, y la claridad expositiva demuestra el manejo que sólo un erudito en la materia podría tener, aunque suela olvidar el contexto histórico al que pertenece. En cuanto a Octavio Paz, la solidez de sus ensayos reside en el manejo de la metáfora y en la narrativa clara que ayuda a ilustrar su pensamiento y a relatar brevemente la historia en que muchas veces se apoya (Rasgo en el que difieren con Borges, quien considera que se le da demasiada importancia a la historia).


Es posible extraer un elemento esencial de ambos escritores, algo que los hace coincidir en pensamiento, los liga entre sí y los aúna a todos los compañeros del oficio: la metáfora. Plasmada por Paz como “relación entre dos elementos que aparentemente no tienen nada en común”. Y por Borges como “la unión de cosas distintas”. Paz compromete sus letras con el contexto. Borges, sin comprometerse, y con esa manía de hacerse o sentirse desmerecedor, sabe del goce que causa en la gente una buena literatura. El vínculo entre ellos, pues, reside en las imágenes que proyectan las palabras, en los recreos sonoros o de ideas que estimulan a la gente, en que ambos como poetas interpretan al mundo y traspasan sus fronteras con una perspectiva propia. Se rehúsan al laconismo científico y a la motricidad robótica de la razón, y coinciden en que en algún verso afortunado tocarán el pensamiento del lector, y comenzará ese comercio de ideas en el silencio que queda después de un poema, y llegará quizá ese lector a reducir sus dogmas y a permitir la tolerancia con la diferencia, lo cual, para el poeta, ya es suficiente contribución para una utópica paz.


Pese a todo, la fijación de los poetas, el que con versos sea posible cambiar la historia, tiene algo de ingenua. Porque se necesitan de acciones concretas para cambiar un universo concreto, no palabras tejidas con delicadeza en una brillante filigrana. Lo que hace del oficio de escribir un trabajo aparentemente recreativo, lúdico, desmerecedor. Ya lo decía Sartre “La poesía es la elección del fracaso”. Sin embargo, y a pesar de lo anterior, los autores eligen concienzudamente escribir, por pasión como lo describe Borges, o porque conocen que el arte es la mejor manera de darle un maquillaje a la realidad. Y qué mejor maquillaje que mentir, cuando se sabe que la esperanza es una mentira piadosa. Y esto ofrece la poesía: una manifestación de lo que debiera ser y nunca será, aunque intentará aproximarse. Por eso Octavio Paz la pone como el antídoto de la técnica y del mercado, y una puntada para el resquebrajamiento moral: porque sugiere alternativas y caminos. Sobre todo en una época en que nos vemos enfrentados a la fatalidad a causa del desmembramiento indolente de la naturaleza, de un ambiente social que nos somete a la continua competencia y donde por ambición o por supervivencia elegimos los caminos más efectivos y veloces. Caminos que riñen muchas veces con la ética, sin que resulte una barrera para el actuar. Porque en cuanto a hoy se refiere, es aplaudido el lugar adónde se llega, no cómo se llega. Y allí entra en acción la palabra, que siempre será medio, nunca un fin. Siempre está presta a la interpretación y la sugerencia, siempre objeta las infamias y resana virtudes. Si las mentiras de la palabra contribuyen a creer en algo superior, en un bien mayor, la poesía cumple su meta. Aunque jamás estará satisfecha y por eso permanecerá con vida mientras el hombre subsista y concrete en acciones lo que la poesía y sus ideales le dicten.


De lo que proyecta la poesía en la imaginación de los hombres han dependido sus esperanzas y sus visiones de futuro. Visiones que pueden quedar vacías de poesía: sin hombres las letras tan sólo serán símbolos muertos. De empeñarse la especie humana en el camino autodestructivo, no habrá ojos para revivir la poesía y no habrá poesía que reviva a los hombres. Se necesitarán, cómo no, de actos concretos para cambiarle el curso a la historia y su proximidad con el fin, y para ello están las herramientas de acción que brinda el mismo contexto. Aunque para convencer plenamente sobre su uso y rumbo se requiere de inspiración, que es la función de la otra voz: brindar imágenes de porvenir, percibir el futuro que transmite la palabra, y mantener en contacto con la ola de vida que recorre el planeta, que extrañamente, por momentos, deja de ocupar el primer lugar que merece por inventarios económicos y sinrazones de conveniencia.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
C'est bon pour toi de voir que ton argent te sert à une autre chose, et surtout une autre chose que tu aimes tant, hein? C'est un bon presque "final draft" parce que je sais que tu continueras à faire des corrections et le rédiger. Bon courage!

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